Cancionero musical de Palacio

Cuando en 1870, en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y desde lo alto de una escalera de mano, un amigo le mostró a Barbieri el códice que contenía las viejas partituras del cancionero de la Capilla Real, estaba ofreciendo mucho más que un códice. Estaba desvelando un mundo de sensibilidad cuya ausencia afrentaba a la cultura de un país. Así lo entendió Barbieri. Al cabo de veinte años lo editó con el título Cancionero Musical de los siglos XV y XVI. El Cancionero musical de Palacio o de Barbieri, que de las dos maneras se ha venido llamando, ha sido, desde su aparición, manantial donde han bebido los espíritus más exquisitos de entre nosotros. Llenó de música las tardes de aquella Residencia de Estudiantes en que bullía la Generación del 27 y, de mano en mano y de atril en atril, ha marcado la educación sentimental de todo español civilizado.

Cancionero musical de Palacio

Edición al cuidado de Joaquín González Cuenca
1996
368
17 x 24 x 2 cm
Tapa blanda
978-84-7522-465-7
18,00 €
Cuando en 1870, en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y desde lo alto de una escalera de mano, un amigo le mostró a Barbieri el códice que contenía las viejas partituras del cancionero de la Capilla Real, estaba ofreciendo mucho más que un códice. Estaba desvelando un mundo...

Cuando en 1870, en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y desde lo alto de una escalera de mano, un amigo le mostró a Barbieri el códice que contenía las viejas partituras del cancionero de la Capilla Real, estaba ofreciendo mucho más que un códice. Estaba desvelando un mundo de sensibilidad cuya ausencia afrentaba a la cultura de un país. Así lo entendió Barbieri. Al cabo de veinte años lo editó con el título Cancionero Musical de los siglos XV y XVI. El Cancionero musical de Palacio o de Barbieri, que de las dos maneras se ha venido llamando, ha sido, desde su aparición, manantial donde han bebido los espíritus más exquisitos de entre nosotros. Llenó de música las tardes de aquella Residencia de Estudiantes en que bullía la Generación del 27 y, de mano en mano y de atril en atril, ha marcado la educación sentimental de todo español civilizado.

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