Los doce y otros poemas

Situado en un punto de cruce entre dos épocas, Aleksandr Blok, el más representativo de los simbolistas rusos, nació en 1880 en San Petersburgo. Como Dostoievski, Blok pretende captar el misterio de la banalidad, el nexo último que se oculta bajo la vida cotidiana. De ahí pasa a la negación, a la metafísica del no ser. A pesar de ello, con los acontecimientos de 1917 se entrega interiormente a la revolución, que concibe como una tempestad de nieve, un torbellino de fuerzas irreductibles. En este fervor está el origen de Los doce, enigmático poema donde surge de la tempestad un mundo terrible y su contrapunto satírico. ¿Es una proclama bolchevique o una parodia de la revolución? En cualquier caso es un grito por el pasado que muere y también su sublimación en la esperanza del porvenir. Y es, ante todo, una de las cumbres de la poesía rusa de principios de siglo.

Los doce y otros poemas

Traducción de Clara Janés
1999
56
12,5 x 19,5 x 0,8 cm
Tapa blanda
978-84-7522-403-2
12,00 €
Situado en un punto de cruce entre dos épocas, Aleksandr Blok, el más representativo de los simbolistas rusos, nació en 1880 en San Petersburgo. Como Dostoievski, Blok pretende captar el misterio de la banalidad, el nexo último que se oculta bajo la vida cotidiana. De ahí pasa a la negación, a...

Situado en un punto de cruce entre dos épocas, Aleksandr Blok, el más representativo de los simbolistas rusos, nació en 1880 en San Petersburgo. Como Dostoievski, Blok pretende captar el misterio de la banalidad, el nexo último que se oculta bajo la vida cotidiana. De ahí pasa a la negación, a la metafísica del no ser. A pesar de ello, con los acontecimientos de 1917 se entrega interiormente a la revolución, que concibe como una tempestad de nieve, un torbellino de fuerzas irreductibles. En este fervor está el origen de Los doce, enigmático poema donde surge de la tempestad un mundo terrible y su contrapunto satírico. ¿Es una proclama bolchevique o una parodia de la revolución? En cualquier caso es un grito por el pasado que muere y también su sublimación en la esperanza del porvenir. Y es, ante todo, una de las cumbres de la poesía rusa de principios de siglo.

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