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Autobiografía en España: un balance
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La poesía del nosotros
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Ignacio Arellano y Victoriano Roncero

Quevedo en Manhattan

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Descripción
Francisco de Quevedo es un poeta que no requiere presentación. Se le ha presentado como «reaccionario»  (como gustan decir estudiosos anacronizantes), misógino, enamorado, político, satírico antisistema para purificar el sistema, religioso, furibundo, desesperado, burlón... y siempre inteligente, escandalizado de la necedad que observa en torno, de la corrupción, de la petulancia... Quevedo, en el fondo, era un idealista.

Pero esa multiplicidad exige también multiplicidad de análisis, de asedios a su obra. Y un congreso que reuniera a alguno de los principales estudiosos de Quevedo parecía una ocasión muy oportuna para establecer algo así como el estado de la cuestión en el comienzo de un nuevo milenio. Con esas intenciones empezamos a trabajar en la organización de un coloquio neoyorquino que al fin se llevó a cabo en noviembre de 2001.

Ignacio Arellano y Victoriano Roncero

Quevedo en Manhattan

2004
296
21 x 14 x 1,6 cm
Tapa blanda
978-84-7522-871-2
Biblioteca Filológica Hispana, n.° 71
16,00 €
Francisco de Quevedo es un poeta que no requiere presentación. Se le ha presentado como «reaccionario»  (como gustan decir estudiosos anacronizantes), misógino, enamorado, político, satírico antisistema para purificar el sistema, religioso, furibundo, desesperado, burlón... y siempre inteligente, escandalizado de la necedad que observa en torno, de la corrupción, de la...
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Descripción
Francisco de Quevedo es un poeta que no requiere presentación. Se le ha presentado como «reaccionario»  (como gustan decir estudiosos anacronizantes), misógino, enamorado, político, satírico antisistema para purificar el sistema, religioso, furibundo, desesperado, burlón... y siempre inteligente, escandalizado de la necedad que observa en torno, de la corrupción, de la petulancia... Quevedo, en el fondo, era un idealista.

Pero esa multiplicidad exige también multiplicidad de análisis, de asedios a su obra. Y un congreso que reuniera a alguno de los principales estudiosos de Quevedo parecía una ocasión muy oportuna para establecer algo así como el estado de la cuestión en el comienzo de un nuevo milenio. Con esas intenciones empezamos a trabajar en la organización de un coloquio neoyorquino que al fin se llevó a cabo en noviembre de 2001.

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