Toda la poesía de Juan Ramón Jiménez supone una interiorización lírica del mundo. Lo cual ha propiciado que muchos críticos hablasen del narcisismo del poeta. Entre ellos Rinaldo Froldi que lo denomina «narcisismo órfico». También Pedro Henríquez Ureña calificó como «Extraño narcisismo espiritual» la situación del poeta en su artículo «La obra de Juan Ramón Jiménez». En realidad lo que hizo Juan Ramón Jiménez fue afianzar su credo estético en el mejor impresionismo francés y español expresado a través de un fuerte subjetivismo. Ejemplo claro de esta estética impresionista es el poema núm. 2 de Olvidanzas (1909) titulado «Crepúsculo», en el que el citado subjetivismo es llevado a su extremo y hace que sobre la belleza exterior de la naturaleza triunfe la belleza interior del alma del poeta. «Yo, al ver este oro entre el pinar sombrío, / me he acordado de mí tan dulcemente, / que era más dulce el pensamiento mío / que toda la dulzura del poniente». La impresión subjetiva, como se aprecia, es superior a la propia realidad. Es más importante cómo el yo ve las cosas que cómo realmente estas son. La hermosa hipérbole intimista estalla en versos como: «…No hay nada en la vida que recuerde / estos dulces ocasos de mi alma», en los que la vida se anega en el sentimiento del poeta.