El poeta de Moguer concibe sus libros como un «ser vivo» con «voluntad propia» que se metamorfosean a lo largo de su vida, lo que explica el carácter provisional de éstos. Tras establecer una selección crítica de los textos mencionados, se pasa a estudiar los tres tipos de escritura delimitados. En las autobiografías, Juan Ramón no sigue los modelos canónicos de la relación cronológica, se propone conocer y construir su yo haciendo uso de la facultad de la memoria, particularmente sobre la infancia a través de tres modos de aprehensión: el sentimiento, el sensorial y el intelectual. A su vez para construir su «yo total», busca su «yo» irracional o incorpora a «el otro» en los «libros de recuerdos» mientras que el exilio le obliga recuperar el espacio, el tiempo y la lengua perdidos. En los autorretratos, mezcla pintura y escritura al modo modernista de arte total, y en las entregas posteriores evoluciona hacia la «autocaricatura lírica», mientras que esta visión especular le hace emular a Narciso en un deseo de conocimiento. Sus Diarios se inician dentro de la tradición del intimismo epocal del Diario íntimo de Amiel para luego introducir el verso en el diario lírico de Estío y mezclarlo a la prosa y a la búsqueda metafísica en Diario de un poeta reciencasado. Juan Ramón Jiménez es uno de los primeros «autobiógrafos conscientes» que al incorporar el género autobiográfico al lírico, da lugar a nuevos modelos textuales: «autobiografía lírica», «autorretrato lírico» y «diario poético», mientras alcanza una doble dimensión ontológica (construcción del «yo») y cognoscitiva (conocimiento del «yo»). Por todo ello, Juan Ramón eleva el género autobiográfico hasta la mismas alturas a las que condujo a la poesía.